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martes, 8 de diciembre de 2009

FISIOLOGÍA DEL ENFRENTAMIENTO

Nuestro organismo reacciona para adaptarse al entorno, por ejemplo, cuando nos enfrentamos a muy bajas temperaturas el cuerpo restringe la circulación sanguínea de las extremidades para concentrar el flujo de sangre en el tronco donde se encuentran los órganos principales.

De igual forma ocurre cuando nos vemos sometidos a una agresión o un enfrentamiento al que no estábamos preparados, nuestro cuerpo reacciona ante esos estímulos acondicionándonos para dar respuesta al mismo (enfrentarnos, huir o soportarlo).

Todo este proceso de reacción NO es algo simple, comienza con la percepción de que estamos bajo una amenaza, ese es el punto de inicio de muchos cambios que de suceden de forma automática y que preparan al cuerpo para dar respuesta. Estos cambios se pueden agrupan en dos factores: el PSICOLÓGICO y el FISIOLÓGICO, que están intimamente relacionados. Siendo el principal motor de todo este proceso es el ESTRÉS, que se define como "la reacción fisiológica del organismo de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante".

Todo este proceso es controlado por el sistema nervioso simpático, también conocido como sistema nervioso autónomo, que se caracteriza por activarse de forma involuntaria y trásmitir impulsos desde el sistema nervioso central (médula espinal, hipótalamo y tallo cerebral) a los órganos periféricos.
El fáctor psicológico es el que domina el miedo, el deseo de vivir y la preparación del sujeto objeto de la agresión, pudiendo ser controlado por nosotros. Se deben distinguir dos fases o clases de estrés; que son el eutrés o estrés positivo, en el que las reacciones del cuerpo favorecen la adaptación a esa situación (enfrentamiento y lucha, huida, control de la situación, etc.) y el distrés o estrés negativo, en el que las reacciones del cuerpo no se adaptan a la situación. La principal diferencia entre entrar en una fase de eutrés o de distrés se encuentra en la tolerancia del organismo a todos los cambios que se están produciendo, es decir, el conocer y entrenar bajo circunstancias limitantes para el organismo acondicionarán a este para soportar las situaciones reales y mantener o prolongar la fase de eutrés el mayor tiempo posible; aunque debemos indicar que por agotamiento del sistema nervioso (entre otros) si la acción estresante se prolonga en el tiempo se llegaría a la fase de distrés.

El fáctor fisiológico no puede ser controlado voluntariamente, ya que responde a los cambios que producen las hormonas liberadas ante el estímulo estresante. Entre las principales hormonas liberadas se encuentran la adrenalina y la noradrenalina, que producen un aumento del ritmo cardíaco, dilatación de las púpilas y resdistribución de la sangre a los grupos musculares más grandes para darles mayor resistencia en el combate (ayudado por la inhibición de las secreciones gastrointestinales). Además otras hormonas como el cortisol, el glucagón provocan un mayor nivel de glucosa en sangre (más energía para el combate) al movilizar las reservas de glucogéno en el hígado y músculos. También otras hormonas como son las endorfinas y encefalinas que inhiben la transmisión del dolor, favoreciendo la capacidad de lucha.

El ritmo cardíaco es un buen controlador de todo este proceso; entre las 120-145 ppm nos encontramos en condiciones óptimas para el combate (con níveles óptimos de habilidad motora, visión periférica y percepción).

Al sobrepasar el nível y llegar a las 155-175 ppm, se pierde la habilidad motora compleja y se deteriora el proceso cognitivo (vital para la percepción adecuada de la situación); entrando también en la visión y oído tunel. Perdiendo hasta el 70 % de la visión periférica al quedarse el ojo fijo en la cuenca ocular por pérdida de riego sanguíneo. Y se disminuye hasta un 84% de capacidad auditiva al activarse el sensor del tímpano y cerrarse.

Si se llegan a las 200 ppm, entramos en una situación de pánico, desbordando totalmente las capacidades del organismo. Si se prolonga este estado de pánico y a modo de protección (de igual modo que ocurre con las súbidas de tensión eléctrica en una casa) el organismo puede llegar a desconectar mediante otra hormona, la acetilcolina, que baja la presión arterial, se disminuye el tono muscular y realentizan los movimientos, pudiendo llegar al desmayo.

Es indudable que todo esto afectará a nuestro rendimiento en una situación de enfrentamiento, limitando o aumentando algunas de nuestras habilidades. Por ello debemos indicar que:

- Por encima de 120 ppm, se pierde la habilidad motora fina o destreza digital. Que incluye aquellas habilidades de precisión meter una llave dentro de una cerradura.

- Por encima de 155 ppm, se pierde la habilidad motora compleja, que es la que permite efectuar varias tareas a las vez. Que incluye habilidades que requerieren temporización, equilibrio, coordinación visual-manual.

- Quedando después de perder estas habilidades, la habilidad motora gruesa. Que son las realizadas por los grupos musculares mayores como pueden ser correr, saltar, mover los brazos, etc.
En un próximo artículo discutiremos sobre qué métodos de entrenamiento, qué tipo de técnicas y otros aspectos a emplear para que nuestra preparación sea efectiva en una situación real de enfrentamiento.